Un elemento determinante para mejorar el rendimiento deportivo, así como evitar lesiones, es sin duda llevar a cabo una buena dieta. Si las tensiones físicas impuestas por el entrenamiento duro y la competición no se compensan con una buena nutrición, no es posible la restauración física.
Para mantener fuertes los tejidos corporales, reparar los dañados, recuperar los músculos fatigados y regenerar la energía perdida, el organismo tiene demandas metabólicas importantes, por eso es necesaria una buena nutrición.
Una dieta diaria adecuada para un deportista debe consistir por lo general en un 10-15 % de proteínas, un 30% de lípidos, y entre un 55-60 % de carbohidratos. Las proteínas las podemos encontrar por ejemplo en la carne, la pasta y el arroz; los lípidos en la mantequilla, la nata, el tocino y la mayonesa; y los carbohidratos en el pan, la pasta, las patatas, los pasteles, etc.
Pero además de estos, no hay que descartar la ingesta de vitaminas, nutriente básico para el cuerpo, minerales y electrolitos. No obstante, si un deportista tiene una dieta sana y equilibrada no debe abusar en exceso de las vitaminas y los minerales. Ya que un exceso de vitaminas puede producir entumecimiento de las extremidades, shock anafiláctico, diarrea, cálculos renales… y un abuso de los minerales puede provocar calambres musculares, problemas en la piel, nauseas, mareos…
En cuanto a los suplementos en la dieta de un deportista como el proteínico, que se toma con la idea de estimular la fuerza y el tamaño muscular, es un derroche de dinero para el deportista. Sólo el ejercicio adecuado puede incrementar la masa muscular, sin necesidad de batidos o similar. Lo mismo ocurre con el suplemento del calcio.
A todo esto hay que añadir la importancia del agua, el ser humano somos 70% agua. El mantenerse hidratado antes, durante y después del ejercicio es básico, siendo recomendable beber mínimo dos litros de agua diarios.
