Si tomáramos a una gran cantidad de personas y les preguntáramos acerca de qué alimento es, ya no el que más le gusta, sino el que más difícilmente pueden dejar de comer, la respuesta de muchas de ellas serían las papas fritas. Esto no se debe, de hecho, sólo a una cuestión psicológica, sino que diversos estudios en todo el mundo se han encargado de averiguar acerca del por qué de esta situación.
Lo primero que debemos tener en cuenta, en cualquier caso, es que las papas fritas cuentan en su composición con glutamato monosódico, también llamado E-621, un producto natural que normalmente se ingiere en pequeñas cantidades en alimentos que son recomendados dentro de las dietas, pero que aquí se encuentran en valores mucho más altos.
La cuestión es que se trata de un componente completamente inocuo, lo que ha derivado en que su uso como potenciador del sabor en alimentos envasados como las patatas fritas, las salchichas y todo tipo de aperitivos se vuelva cada vez más frecuente, y esa es en principio la explicación acerca de por qué las papas fritas envasadas son más adictivas que las que hacemos en casa.
Ahora, recientemente un grupo de científicos españoles dirigido por el profesor Jesús Fernández-Tresguerres, ha decidido investigar especialmente cómo es que este aditivo modifica el patrón de conducta del apetito y la saciedad, al punto de que, según sus conclusiones, somos un 40% más voraces cuando de consumir papas fritas se trata.
Sin embargo, estos especialistas advierten al mismo tiempo, que es posible combatir los efectos que este aditivo causa en los seres humanos, considerando que existe un medicamento llamado Memantina, indicado para el alzheimer, el cual podría inhibir el accionar del aditivo, y de esa forma, lograr que no comamos tantas papas fritas, que por otro lado son sumamente dañinas para el cuerpo humano.