Entrada en calor o pre-calentamiento, es preparar el cuerpo para la actividad física o deportiva. Según el Cooper Institute for Aerobics Research de Dallas, numerosas lesiones y ciertos problemas cardíacos como algunas arritmias, están asociados a la ejercitación violenta sin mediar un adecuado calentamiento.
Para comprender mejor el proceso, necesitamos analizar en forma sencilla algunos conceptos fisiológicos.
La sangre es la que transporta, entre otras sustancias, el oxígeno que necesitan los músculos para producir energía en la forma llamada aeróbica. En estado de reposo, el corazón de un individuo promedio suele bombear unos 5 litros de sangre por minuto (l/min), de los cuales el 20% es derivados hacia los músculos, el 14% al cerebro, el 27% al hígado, el 22% a los riñones, y el resto hacia otros lugares del cuerpo.
Sin embargo, cuando está ejercitándose en forma intensa, su corazón puede bombear 25 l/min, y la distribución de la sangre cambia notoriamente, siendo los músculos más implicados en el ejercicio los que se llevan el 84% de este caudal.
Es fácil ver que si este proceso no se produce en forma lenta, el rendimiento físico se verá notoriamente afectado, pues, entre otros problemas, al estar los músculos mal irrigados de sangre la producción de energía ocurrirá predominantemente en ausencia de oxígeno (anaeróbica), por lo cual sólo podrá mantener la intensidad del ejercicio durante unos pocos minutos.
La entrada en calor permite un gradual ascenso de la frecuencia cardíaca, que la temperatura de los músculos se eleve (y por lo tanto disminuyan su viscosidad y los rozamientos internos), y que las articulaciones se lubriquen, permitiendo esto último realizar movimientos más amplios y prevenir el daño articular.
Cada tipo de entrenamiento y cada distancia competitiva tienen su rutina específica de calentamiento. La intensidad y la duración de las rutinas dependen también de la edad y nivel de entrenamiento del deportista, de la temperatura ambiente y de otros factores.