La rodilla es probablemente la articulación más problemática, empatando con la complejidad del hombro y con el añadido que soporta mucho peso de forma continuada. Por lo tanto, es importante cuidarla.
Nuestras rodillas están diseñados básicamente para efectuar un solo movimiento: la flexión-extensión. Sí es verdad que en articular dos segmentos largos, muslo (fémur) y pierna (tibia y peroné), estas articulaciones ofrecen un cierto juego lateral, anteroposterior y de rotación, pero su movimiento fisiológico es de flexión (acercar el talón) y extensión (alejar el pie).
¿Cómo es esta articulación?
Para minimizar los movimientos que no interesan, la rodilla tiene una serie de estructuras que lo rodean (ligamentos laterales) y que le dan consistencia desde dentro (ligamentos cruzados), además de toda la musculatura extensora anterior (cuádriceps) y flexora posterior (isquiotibiales y en menor medida, gemelos y poplíteo). Pero la arquitectura de la rodilla tiene una estructura más que dará congruencia y hará de amortiguador para que el fémur no choque con la tibia a cada paso: el menisco.
Es muy importante de cara a minimizar los impactos de la rodilla que la musculatura funcione correctamente y colabore con la amortiguación, de esta manera tendremos unos rodillas sanos y activos que no dependerán únicamente de la capacidad de absorción pasiva de los meniscos.
Fuente: fitness