Los únicos datos de prevalencia sobre esta enfermedad disponibles en España proceden del estudio ESTIME, el primero de carácter epidemiológico poblacional realizado en España, que contó con el aval de la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular (SEACV), y fue realizado por 14 Servicios de Angiología y Cirugía Vascular de toda España.
Para diagnosticar la enfermedad se utilizó la prueba índice tobillo/brazo (ITB), que procede de dividir la presión arterial medida en la pierna y en el brazo. Si el dato es inferior a 0,9, el paciente padece enfermedad arterial periférica.
Según han destacado los expertos, el verdadero potencial diagnóstico de la prueba tobillo/brazo reside en su empleo por parte de los médicos de familia, ya que estos profesionales están en mejores condiciones de detectar esta enfermedad en su fase temprana.
“Aunque es una determinación sencilla, requiere un tiempo y es probable que muchos de estos facultativos no dispongan de los minutos necesarios. Esta labor de screening debe ser tarea del médico de primaria y sólo en caso de que haya síntomas debe ser remitido al hospital, a un servicio de cirugía vascular para su control. Por eso es tan importante que ambos niveles asistenciales estén coordinados”, señaló Cairols.
Sin embargo, un estudio reciente señala que el pronóstico y el procedimiento que se aplica en cada centro sanitario están estrechamente ligados a la disponibilidad de recursos con los que cuente. Así, en los hospitales y en las unidades menos dotadas, existe un mayor índice de amputación, señala el doctor Cariols que, además, asegura que «la disparidad es clara», y que en España se actúa «de forma más conservadora».
Riesgo de infarto o ictus
Se estima que mientras que una persona sana, transcurridos 12 años, tiene un 85 por ciento de posibilidades de continuar vivo, un afectado asintomático por esta enfermedad tiene un 60 por ciento de probabilidades de permanecer vivo y si es sintomático las posibilidades se reducen al 50 por ciento.
Y es que, la enfermedad arterial periférica es un marcador que muestra la existencia de enfermedad aterotrombótica en el resto del cuerpo. Así, enfermedad está asociada a otros problemas como el infarto de miocardio o el ictus, algo que los expertos consideran que es fundamental conocer.
Por eso, como indica el doctor Cairols, “es preciso que un paciente con una enfermedad aterotrombótica en una zona concreta sea examinado en las otras zonas. Como es complicado que sea visto por todos los especialistas, quizá la mejor opción sería crear una figura que tuviera capacidad de hacer un seguimiento al enfermo en su globalidad”.
«Un mejor conocimiento evitaría muchas muertes y problemas de invalidez”, asegura este experto.
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