El codo de tenista es una dolencia bastante común en los deportistas que se caracteriza por una dolencia en la parte externa del codo provocada por un uso repetido o sobreesfuerzo de los músculos.
El nombre médico es epicondilitis, aunque es conocido como “codo de tenista” precisamente porque son los deportistas que han practicado una actividad con la raqueta los que tienen más riesgo de sufrir esta dolencia.
Sin embargo, este dolor no afecta únicamente a los tenistas o deportistas que juegan con algún tipo de raqueta, sino también a personas que trabajan o realizan movimientos repetitivos de forma habitual. Por ello, también es una dolencia frecuente en nadadores, jugadores de béisbol o golfistas, entre otros.
La lesión se suele producir por un excesivo o repetitivo esfuerzo sobre los tendones encargados de la extensión del brazo, normalmente, en los tendones del hueso del codo.
El síntoma más relevante es el dolor que se produce en la parte externa del codo que, en ocasiones, impide coger o empuñar el objeto a utilizar. No tiene por que ser un dolor constante, sino que se manifieste al ejercitar la actividad y que se note mejoría durante el descanso.
En la práctica habitual, muchos deportistas sienten alivio únicamente con la inactividad, dejando descansar el músculo.
Como en cualquier ejercicio, siempre es recomendable un calentamiento previo al inicio de la actividad, lo que puede ayudar a prevenir la inflamación de los tendones. Los masajes sobre la zona, también ayudan a aliviar el dolor y reducir la inflamación, siempre atendido por personal especializado.
En ocasiones y cuando se trata de una molestia leve, algunos tenistas o deportistas que utilicen raqueta o pala, consiguen mejoría cambiando el grosor de la empuñadura, añadiendo o quitando el grip, ya que las molestias surgen de la presión que los dedos ejercen sobre la empuñadora. Del mismo modo, la dureza del encordado de la raqueta, también puede afectar al impacto que la pelota hace sobre las cuerdas y, por tanto, a su repercusión sobre los tendones.
En los casos más graves, la intervención quirúrgica es la solución, siempre y cuando la rehabilitación y el tratamiento fisioterapéutico no haya funcionado.